Desde los 7 años jugué al hockey. Si bien es un deporte "de chicas", tiene su costado rudo, por asi decirlo... y a mi, que jugaba de delantera, me tocaba recibir los palazos de las defensoras rústicas en las piernas. Razón por la que muchas veces, iba a la escuela con las piernas llena de moretones de los golpes del fin de semana o los entrenamientos.
El uniforme del cole era con pollera y chomba, obligatorio y a veces me daba vergüenza porque los chicos me cargaban por mis piernas "de hombre" golpeadas, algunos me trataban de "pibito" y gastadas de ese estilo.
Especialmente uno... que me volvía loca y no lo soportaba más. Era 2 años más grande que yo, y no había forma de sacármelo de encima. Hasta que un día, totalmente saturada no se como junté coraje (era bastante tímida entonces) y le dije "tendré piernas de hombre, pero bien que te morís por que te chupe la pija".
- Tomatela, si no te animas... sos una pendejita y no te la bancás.. te cagas seguro. Histeriquita...
Y eso fue suficiente. En el tercer piso del colegio había unos salones que no se usaban, casi nunca iba nadie. "En el recreo, te espero arriba" le dije enojada.
Días atrás, había tenido una charla más que interesante con mi prima, donde ella me había enseñado algunos trucos en esas artes, que con el tiempo y mucha práctica terminé dominando. Por lo que estaba dispuesta a usar algunos de sus consejos.
No lo voy a negar, estaba super nerviosa. Le conté a mi amiga, que después de decirme mil veces que estaba re loca, me bancó: le pedí que se quedara vigilando, y que esté atenta por cualquier cosa que se quiera zarpar el nabo ese.
Llegó la hora. Tenía sólo 10 min para hacerlo delirar. Llegamos, y el pibe me quiere abrazar. Lo saco al toque: "sentate y callate". Le agarré la camisa, le arranqué los últimos botones y le desabroché el pantalón.
Esta era la parte sencilla, porque después de la experiencia con el mejor amigo de mi hermano sabía que no iba a encontrar algo TAN grande... y no me equivoqué. Nada del otro mundo, "mejor", pensé yo... ya demasiados nervios tenía como para encima tener otro matafuego que atender!!!
Todavía no la tenía toda parada, tal vez por los nervios, así que empecé a tocarle el tronco flácido mientras le besaba la panza y le rozaba las piernas con mis manos. Le chupé las bolas, mientras lo pajeaba, mirándolo con la mejor cara de puta posible.
Cuando me quiso meter mano lo volví a sacar. A esta altura, su pija estaba dura como una piedra. Se la agarré, le hice un rato la paja y arranqué: tomé aire y me la tragué toda.
No era muy larga, así que no tuve problema en tragarla toda toda, hasta que mi nariz tocó su panza. Apretando con mis labios fui subiendo mientras con mi mano acompañaba el movimiento. De a poco fui acelerando el ritmo. Dejé de tragarmela para jugar con mi lengua en la cabeza. La sacaba, y jugaba con la lengua rodeando la cabeza de su pija que estaba como una piedra.
Él estaba tirado en la silla, y lo único que decía era "aaahh que hija de puta como la chupas!!"... eso me ponía más loca y me volvía a meter todo en la boca, mientras de reojo miraba el reloj. No pasaba más el tiempo!! Quería que terminara, pero sabía que lo tenia que hacer aguantar y hacerlo sufrir. Me la saqué de la boca, y mirándolo lo pajeaba. Junté saliva y le escupí la cabeza. Me la volví a meter en la boca, distribuyéndola por todo el tronco con los labios.
Cada vez que sentía que estaba por acabar, frenaba y me dedicaba solo a tocarlo rozando los dedos por todo el tronco. Después seguía. Ya la había mojado bien con saliva, por lo que mi mano se resbalaba por la pija con mucha facilidad. El pibe se agarraba la cabeza y se movía cogiéndome la boca.
Hasta que llegó la hora: me metí la cabeza en la boca y lo empecé a pajear bien fuerte... Con mi lengua rozaba apenas la punta de su pija, hasta que sentí que empezó a acabar. Dejé que me largara todo en la boca, pero no la tragaba.
La junté y cuando ya no podía aguantar más, alejé mi boca un poco y fui dejándola caer sobre su pija, mientras lo pajeaba y le distribuía su leche por todo el tronco. Le di un beso de lengua bien profundo, que sienta el sabor de su propio semen. Al principio medio que quizo alejarse pero después se dejó llevar. Con la mano lo seguí pajeando hasta que le quedó bien blandita de nuevo. Ahi paré. "Limpiate", le dije. Tenía el pantalón y un poco de la camisa manchados de leche. Yo me arreglé el uniforme y me fui.
Bajé lo más rápido posible hasta el baño, y me hice buches en la boca para sacarme el gusto amargo que me había quedado de la leche del boludo. Al lado mío, mi amiga no podía creer lo que había hecho. En realidad, yo tampoco.
No solo que no me molestó más, sino que me persiguió todo el año para que volvamos a estar juntos. Me pidió perdón en todos los idiomas. Y ahora al que gastaban era a él, porque de bardearme pasó a ser un perrito faldero atrás mío. Obviamente, no le di ni nunca bola.
Genia, seguí publicando más relatos
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