Ese fin de semana, como tantos otros, fui a bailar con mis amigas. Pero a diferencia de otros findes, ese día el boliche estuvo bastante aburrido, ningún chico interesante, una de mis amigas se descompuso y se fue antes, yo venía cansada de los partidos de la tarde... en fin. Eran las 3 y ya me quería ir a mi casa.
Estaba aburrida con una de las chicas en la barra y en eso me entra un mensaje. Era Lucas!! No lo podía creer. Mi cara cambió inmediatamente.
"hola Juli, saliste?? si querés te paso a buscar, estoy en el auto". Desde aquella vez que garchamos, no volvimos a hablar más del tema. Nos habíamos cruzado algunos días en mi casa, pero no pasó más que unas miradas pícaras y sonrisas tímidas. Yo era demasiado chica y nueva en esto como para pensar en avanzar, ya que él era 6 años mayor y un poco me intimidaba. Pensaba que había sido una más para él, se había sacado las ganas conmigo y listo. Ese tema me tenía un poco triste, pero de golpe todo había cambiado.
Le mostré a mi amiga y no dudé en contestar tratando de parecer lo más casual y poco desesperada posible: "si. esta re aburrido esto! y no tenia como volverme". En realidad, era mentira. El padre de una de las chicas nos pasaba a buscar, como siempre, y nos iba dejando a cada una en sus casas.
Pero yo ya tenía otros planes para esa noche. Iba a poder tener conmigo otra vez al gran amor de mi vida. Hacía poco tiempo, Lucas se había mudado solo a un departamento del padre. Por lo que imaginaba que me iba a llevar ahí para "conocer".
"Estoy en la esquina", me puso pocos minutos después. Me despedí de mis amigas a las apuradas y salí. Me subí al auto. Me saludó con un beso normal, como si no hubiese pasado nada entre nosotros. "Querés que vayamos a desayunar?", me dijo. Yo le dije que si, que me moría de hambre. "Joya. Compramos algo en la panadería y vamos a mi departamento nuevo. Te contó tu hermano que me mudé solo, no?", me dijo. Mis ojitos se iluminaban de solo pensar volver a garchar con él.
Llegamos al edificio, y mientras íbamos en el ascensor me provocó comerle la boca ahí nomás... la situación me excitaba mucho y no podía más que putearlo por dentro por hacerme desear tanto. Sin dudas sabía como mantener la tensión. Lo odié con toda mi alma! Vivía en el segundo piso, pero el trayecto fue eterno. Y no me animé a tomar la iniciativa. Estaba paralizada.
Después de tomar un café con leche, unas medialunas, charlar de boludeces, sin darme cuenta lo tenía a él sentado al lado mío. Se hizo un silencio y fue inevitable que los dos nos fundamos en un beso. Yo estaba loca. Le acariciaba la cara, el pelo, le metía la mano por debajo de la remera y le tocaba toda la espalda.
Él no se quedaba atrás: me tenía agarrada muy fuerte de la cintura. Lentamente fue subiendo sus manos por mi espalda, cosa que me hizo estremecer y no pude evitar largar un suspiro de placer. Su mano siguió subiendo por mi cuello y lo que parecía todo ternura, de golpe tomó un rumbo inesperado: me agarró del pelo, me tiró la cabeza para atrás, y mientras me besaba el cuello me dijo "vamos a la habitación".
Le respondí con un suspiro y un profundo beso. Calculo que entendió que eso era un si, porque me agarró de mis muslos, me alzó y mientras nos seguíamos besando me llevó hasta la habitación. Me tiró en la cama y se empezó a desvestir. Yo me senté y abrí mis ojos lo más que pude: iba a ver su terrible pija de nuevo. Me mordí los labios mientras me mojaba de solo pensarlo.
Se sacó la remera, la tiró al piso y empezó a desabrocharse el jean. El muy hijo de puta sabe que porta terrible poronga, y por mi carita estaba seguro que la quería ver de nuevo. Se desabrochaba botón por botón, bien despacio y de a poco se fue bajando jean y boxer. No estaba del todo parada y ya daba miedo. Me levanté y gateando fui hasta el borde de la cama. Él estaba quieto esperándome. Sabía lo que quería: la agarré con mis manos. La sentía todavía blanda, aunque era tan grande que no podía sostenerla entera con las dos manos.
Lo empecé a pajear. Levanté mi mirada, le sonreí y puse cara como de "y bueno.. no me queda otra". Me la metí en la boca. Poco a poco, se empezaba a sentir bien dura. "Lo estoy haciendo bien", pensaba al sentir como su verga seguía creciendo. Me calentaba cuando su tronco se endurecía en mi boca. Yo seguía en 4 en la cama chupándosela, así que él tenía todo panorama de mi espalda y mi colita bien paradita mientras le ponía dura esa terrible pija.
Empezó a tocarme la cola y a pegarme chirlos. Me separó y me dijo "hoy vas a poder gritar", recordando la primera vez que estuvimos donde tuve que tragarme mis gemidos (entre otras cosas) porque mis viejos estaban durmiendo en la habitación de al lado.
Me empujó a la cama, se tiró encima mío y me empezó a besar, mientras sus manos tocaban mi panza y pasaban rozando mis tetas. Me encendía mil veces más. Me dio vuelta, se puso atrás, haciendo cucharita, y con su boca empezó a chuparme una de mis tetas, con una mano tocaba la otra; y con la mano restante me pajeaba en la concha.
Estaba enloquecida, deliraba de placer. Sus dedos se deslizaban con facilidad por mi concha de lo mojada que estaba. No lo podía creer. Con mi mano busqué a ciegas su pija para pajearla. Manoteaba lo que podía hasta que la encontré. Cuando ya no daba más, así como estaba apuntó su pija y la fue metiendo de a poco.
Hacía mucho que no tenía sexo, por lo que la tenía bastante cerrada (encima, esta era la cuarta vez en la vida que lo hacía). Me la empezó a meter, empujando despacio hasta que se fue acostumbrando. Al principio me dolía, pero yo ya sabía que era temporal. Que en poco tiempo iba a gozar como loca y encima no tenía que atragantarme las ganas de gritar y gemir.
Me dio vuelta para todos lados. Hizo lo que quiso conmigo. Me cogió de espaldas, de frente, con las piernas levantadas, cerradas, abiertas. Estaba agotada. No daba más. Mis piernas me dolían más que después de un entrenamiento y mi concha latía y ardía de las embestidas salvajes que me pegaba mi macho.
Una vez que acabó pensé que venía un descanso, pero este animal tenía una característica interesante: acababa, la seguía teniendo dura y seguía garchando. ZAR-PA-DO. A mitad del segundo polvo, sacó de un cajón un pote de una crema... era un lubricante. "Y eso?" le pregunté... "para que te duela menos.." me dijo sonriendo.
No entendía mucho... hasta que me puso en 4. Y ahí entendí. Me quería hacer la cola!! Después de ver mi cara de miedo, me dijo que me quedara tranquila que íbamos a hacerlo despacio. Lo único que salía de mi boca era "no no no, por favor en serio no". "Tenés terrible ojete Juli... por lo menos intentamos, si no te gusta, paro". Me decía esto con una tranquilidad y suavidad mientras me besaba y acariciaba el culo, que me relajé y terminé accediendo.
Empezó lamiéndome la colita muy suavecito, apenas rozando la lengua con mi ano. Luego, metió un dedo. Cerré mis ojos, me mordí los labios y con mis manos agarré fuerte la almohada. No puedo negar que la sensación una vez pasado el temor inicial era genial. No lo podía creer, pero estaba disfrutando. Llegó a meterme 3 dedos muy despacio, pero sabía que su pija era mucho más que eso.
Sacó sus dedos y sentí la punta de la pija como intentaba abrirse paso. Mordí la almohada y agarré las sábanas esperando lo peor. Sentí como un chorro frio de lubricante caía sobre mi colita y lo desparramaba con sus manos. Mi piel se erizó, y mis músculos se contrajeron un poco. Pero él siguió despacio y empujó... "relajate, linda", me dijo mientras sostenía la presión. Tiré mi cabeza contra la almohada y la mordí con fuerza. Mis manos se aferraron a las sábanas. Me dolía una banda!! y recién arrancaba, no había metido ni la cabeza.
Mi mentalidad de pendeja no permitía que le pidiera parar. "Si no lo dejo, no va a querer coger más conmigo" pensaba. Errores de adolescente. Siguió un poco más y logró meterla. Sentí como mi colita se desgarraba mientras el pijón de Lucas se abría paso en mi ano virgen.
Empecé a relajarme y de a poco fue entrando más. Sentir como se iba metiendo me excitaba de una manera extraña. Por un lado, me dolía pero por otro me calentaba tanto que sentía mi concha empaparse. Siguió un poco más y se quedó quieto. Volvía a entrar. Y salía, todo muy despacio. Tomé aire... la empezó a sacar. Y cuando volvió a entrar... no aguanté.
La empujó un poco más, y sentí que me destrozaba. Me tiré para adelante y quedé acostada en la cama mordiendo la sábana... me dolía MUCHO. Traté de aguantarme las lágrimas, pero no pude. No tanto del dolor, sino del orgullo de pensar que no lo iba a ver más. Lucas se acostó al lado mío y me preguntó si estaba bien. Entre lágrimas, asentí con la cabeza. Se quedó ahí, acariciándome el pelo. Me daba hasta un poco de vergüenza sacar la cara de la almohada
Pero no podía quedarme así. Iba a pensar que era una pendejita inexperta (que bueno... lo era) y no iba a querer estar más conmigo. Tenía que hacer algo. Así que junté el poco coraje que me quedaba y fui directo a chuparle la pija. Seguía pensando que después de esa noche no iba a poder tenerlo más y eso me torturaba. "Pero al menos que se lleve de recuerdo una buena chupada de pija", pensaba. Se la estaba chupando y pude sentir que iba a acabar. Él me avisó que iba a acabar y amagó querer sacarme la cabeza, pero le saqueé las manos. Dejé que me acabara en mi boca.
En realidad, no me gustaba siquiera la idea de tragarme la leche, me parecía asqueroso. No me gustó pero sentía que estaba en deuda con él. Traté de tragar todo pero no paraba de salir leche. Llegó un punto en que tuve que alejar mi boca porque me ahoga. Escupí un poco de leche tosiendo sobre su cuerpo.
Tomé aire y se la seguí chupando hasta limpiársela toda. No podía creer lo que había hecho. Él tampoco. Me miró y solo atinó a decirme "espectacular". Me abrazó y nos tiramos en la cama un rato.
Me dejó en mi casa como a las 9 de la mañana. Por suerte nadie se había despertado. Al mediodía me levantaron para comer. Cuando me quise levantar de la cama noté que me dolía la cola. Pero mal!!!! Parece que yo también iba a tener un recuerdo por varios días de la noche con Lucas.
Como pude llegué a la cocina y me senté a la mesa tratando de disimular que caminaba con dificultad (cuando se dieron cuenta, dije que había sido un golpe en el partido del sábado). Casi me muero de vergüenza cuando mi hermano me mira con una sonrisita como sabiendo todo y me dice: "Te pasó a buscar Lucas anoche, no?".
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